De cuando en vez empezamos a escuchar terminologías nuevas que con frecuencia vienen como tendencias globales y que muchas veces no tardamos mucho tiempo en hacerlas nuestras. Quiero referirme en este momento a la Economía Naranja, que se ha colocado entre los países de hemisferio y que se refiere a la economía creativa, que están sustentada en el talento, la innovación y que se asocia a la propiedad intelectual, las nuevas tecnologías, incluyendo las herencias y tradiciones culturales de una sociedad.
El pasado fin de semana Ciudad Colonial, Santo Domingo, capital de la República Dominicana fue escenario de una acontecimiento que estableció un récord mundial certificado por Guinness que consistió en más de 400 parejas bailando merengue en una misma coreografía, (el récord a romper se impuso en Rusia). Estamos hablando entonces de cultura y tradición de un pueblo, los participantes integrantes de escuelas de danzas y gentes comunes los cuales se unieron para representar sus diversas regiones del país movidos por el interés de bailar por su país. Pero resultó que el evento se vió sobrepasadas por los espectadores que quisieron ser testigos de primera línea o más bien parte de esa historia que ya se ha empezado a contarse.
En las inmediaciones de ese magno evento estuvieron abarrotadas de personas que se apersonaron y disfrutaron de todas la amenidades de esa majestuoso lugar histórico. De ahí podríamos decir que si calculamos el dinamismo que generó una actividad que pone de manifiesto nuestra herencia cultural através del esa expresión tan autóctona podríamos entender en parte lo que ahora se llama economía Naranja.
Así vemos como se relacionan las diferentes variables que tienden a generar una actividad lucrativa en términos monetario y también en términos culturales. Es por eso en que esta nueva visión económica debe ser tomada en una alianza público-privada que lleve a nuestro país generar un desarrollo creativo tomando nuestros talentos, nuestras culturas, nuestras tradiciones mediante un proceso de innovación de nuestras riquezas usando los recursos tecnológicos que hoy disponemos como país de una posición envidiable en cuanto al acceso a las nuevas tecnologías.
En el siglo XXI los países en vía de desarrollo como el nuestro han experimentado hasta la saciedad de que el desarrollo no se logra produciendo commodities sino muy por el contrario transformando, innovando mediante el uso intensivos de tecnologías y los bienes y servicios con criterios creativos que nos saquen del segmento de país bananero.